14 de octubre de 2007

So Far So Close

Ya es hora de actualizar y contaros waaaaaazup, isn't it?

Enfilo mi tercera noche en NYC y aquí estoy hangin' con Conor, Dan & Trey (uno de mis compañeros de piso en Brooklyn, un colega que ya conocí en BCN y un tipo de Georgia, que trabaja en Londres como manager. Estos dos últimos, amigos de Joe Driscoll, músico bohemio por vocación y hippie de profesión, que aparecerá por aquí mañana y era mi único contacto real con la Big Apple).
This is runnin' great! Y tanto spanglish no es gratuito, es q esta noche he conocido a un boricua al q sólo entendía cuando hablaba español seseado pq del new yorker le pillaba la mitad. Lo cierto es q justo hoy he empezado a pensar en inglés, tras 48 horas de jet lag en las q me voy a dormir cuando vosotros estáis a punto de despertar. Aunque los joints and beers dificultan la expresión oral, q queréis q os diga.







Tras una llegada amable pero leeenta (media hora de cola en el aeropuerto para acceder a la atracción del agente de aduanas, q esta vez resultó ser simpaticote), y la desubicación ("q hago yo aquí?" inicial) comienzo a sentirme a gusto en este barrio industrial, donde reina la maquinaria pesada y los trucks contundentes, tan king size como la cucaracha q he exterminado esta mañana y como todo lo yankee. Un barrio de mayoría polaca, donde puedes sentirte en casa charlando con los dependientes hispanos de los "deli" y supermercados. Un escenario de fábricas abandonadas, edificios bajos de ladrillo, escaleras de incendio y mis preferidos, los depósitos de agua, donde he vivido un choque de coches ante mis narices (sin daños personales) y observado a una plétora de camiones de bomberos solventando de forma excesiva una emergencia en Manhattan Avenue, la calle principal. Halloween ya está en las puertas de las casas unifamiliares y las calabazas se venden en las floristerías. Me ha servido una copa un Raheem de rastas gansta y me ha atendido un tendero italo, de apellido Milano, mientras se peinaba como Tony Manero.


El skyline aún me queda lejos, al otro lado del río, pero estoy junto a lo más trendie de Williamsburg, y enganchado a Franklin St donde cada día aparece un bar en grand opening esperando abastecer a los nuevos rascacielos que empiezan a construirse a esta ribera de los puentes, cerca de donde se trasladan los rodajes en busca de sets baratos. Me voy acostumbrando a vivir en un decorado, donde te cruzas con melodiosas camionetas de helados y te habla gente en el idioma de las listas de éxitos. Y aunque lejos, os siento cerca. Será que desde el "top of the world Ma", el mundo no parece tan grande.