8 de enero de 2008

A+BAs

Me encuentro en el limbo, entre la inopia, la asepsia y algo parecido a la felicidad. Sobran en una mano los días para que reaparezca mi Sol y de inicio una nueva etapa del viaje.... Y mientras espero en antagónico relax nervioso, disfruto el sol de todos, que acá calienta el jardín a 30 graditos y sofocante sensación de 40º (lo sé, no os lo podéis imaginar).



Así que aprovecho el lapso de tiempo entre dos mundos, porque clama al cielo que todavía no haya puesto al día sobre la tierra que hospitalariamente me acoge desde hace más de un mes. Buenos Aires, Baires, BAs, la capital “europea” de Sudamérica.



Aún sobrevolándola en avión, ante una espléndida visión del Gran Buenos Aires iluminado (lo más parecido a mi concepción de la Navidad que había visto a principios de diciembre y que aún vería en semanas), Esteban, compañero de asiento y amable caballero de Entreríos (al norte argentino) insiste en la visión apocalítica de criminalidad y picaresca que me vienen anunciando desde antes de mi partida. “En Capital no le des bola a nadie de la cashe. Si preguntás una dirección haselo sólo en los kioscos, que a esos los volvés a ver ashá”.



En todo caso, yo me hospedo al norte de Capital, en el tranquilo partido Vicente López, conectado por bondi (“bus” en lunfardo, la jerga patibularia con raíces italianas que trufa el habla argentina) y también por tren, como si me encontrara en cualquier localidad costera en el ámbito de Cercanías de Barcelona, pero con un servicio que, pese a las miserias sufridas, sí funciona a este lado del globo. Y sigue la tónica: “no es que la situación sea violenta, pero jamás perdás de vista la cartera”. Por lo visto las horas punta en bondi y subte son sinónimo de carteristas. Por supuesto el subte es el metro. La verdad es que sus traducciones del inglés suelen tener más lógica que las nuestras. ¡Me han demostrado que Die Hard podía decirse en español! Aunque Duro de matar carezca de la lírica de Jungla de cristal.

Así que al día siguiente salgo a descubrir Baires acojonado, dejo la bolsa, la cámara y el dinero de plástico en casa y desconfío de todos. Como si no hubiera transitado calles peores en Perú, Costa Rica, Estados Unidos o, por supuesto, Barcelona.



Parto de la estación de tren de Retiro, con su férrea estructura que en días sucesivos me resultará cada vez más familiar y tanto me recuerda a la Estació de França, y recorro el centro por la avenida peatonal y comercial de La Florida. Esta vez tengo las Ramblas en mente y, ahora que ya decidí mi vuelta para el primero de febrero, me percato de lo sintómatico de pensar en mi ciudad en aquel momento.

Me desvío para llegar a la plaza de Mayo. Y no, entre celebraciones navideñas aún no acudí a conocer a las famosas Madres de los desaparecidos en la dictadura, pero me consta que aquí siguen protestando, cada jueves puntualmente. Desde hace 30 años.



En el país del asado, la digestión del pasado quizá marca una de las grandes diferencias con España. Aunque también queda mucho monstruo sin castigo (y no cuento a los nazis que al fin de la IIa GM corrieron a esconderse en Argentina, paradójicamente, la misma tierra en la que tantos judíos llegaron huyendo de ellos), pero tras el regimen de los aviones de la muerte acá no hubo “punto final”, acá puede discutirse de los crímenes del pasado, acá da la sensación de que la democracia está para agitarla. Aunque esté tan podrida como en todas partes y la economía camine sobre un alambre bajo el que no hay red. Cuando menos, no sólo partidos de izquierdas descalificados por pseudoexcomunistas demandan saber donde están los cuerpos de sus muertos. Como en un país que yo me sé.



Pensando en la sacrosanta política, bordeo la Casa Rosada, donde acaba de instalarse la "pingüina con cara de lagarta" (solo me hago eco de voces populares, no conozco suficiente a la Kirchner ni a su marido el de los safaris bolivianos), de donde recientemente corrieron a cacerolazos a De la Rúa, el Presidente que se comió el Corralito (en el fondo producto de fuerzas más arcanas que comentaré en breve). Allí donde mucho antes los mitificados Perón exhortaran a las masas. Justo desde el mismo balcón en el que cantó Madonna para el musical Evita, un rodaje facilitado en el palacio de gobierno a instancias del Innombrable... Y es curioso, pero hasta el momento he conocido a un sólo argentino que se considere de izquierdas y se digne a mencionar el nombre del expresidente con rubia accesorio, pobladas patillas, moreno gaucho en la piel y sonrisa enquistada de spot de clínica estética. Es más, dudo que la mayoría de libertarios se atrevieran a decir frente a un espejo y con la sóla luz de una vela las palabras (María no leas esto): “¡MENEM MENEM, Carlos Saul MENEM!”. Ya lo decían los Stones en Sympathy for the Devil”: “Please to meet you, hope you’ll guess my name. What is puzzling you is the nature of my game”.

Rolling Stones - Sympathy For The Devil


Hablando de rock, ese el ritmo que realmente transita las venas de esta ciudad, en “canchas”, clubes, bares, restaurantes o alegalmente al aire libre (y los vecinos duermen aún mejor que en NY oiga). Con sus bandas tributo, sus salas donde tocar por horas y sus remeras negras con el nombre del grupo (“camisetas” son acá las de manga larga). Así que a escuchar un poco de historia argentina:

Patricio Rey y los Redonditos de Ricota - Vencedores vencidos
http://youtube.com/watch?v=oZTg661nwxM

Y más de la banda del Indio Solari, iconos en estas tierras:

Los Redondos - Juguetes Perdidos
http://youtube.com/watch?v=_aZOdnEIq4o

Los Redondos - La pequeña novia del carioca
http://youtube.com/watch?v=6_4HcrN60cM&feature=related

Por la avenida Rosales llegó frente a la sala de conciertos (“live at”) Luna Park, cruzo las vías hasta Puerto Madero, exclusivo muelle deportivo cuyo mayor valor ético son los hermosos diques de ladrillo rojizo, razón por la que no hay foto (no me he molestado en volver con la cámara). Una vez fueron pasto de los olores de rudos marinos y sus mercaderías cargadas por el oceánico Río de la Plata. Hoy huele a restaurantes y centros comerciales. Paseo por el parque de la Costanera, la última franja de tierra hasta llegar a Uruguay (que se sabe pero no adivina al otro lado del agitado río).



Y por ahí me llego hasta San Telmo, el famoso hogar de las milongas de tango, y donde me cuentan que Ford Coppola tiene su oficina (aquella de la que robaron su último guión, entre otros objetos de valor). Encuentro el barrio desangelado. Casi todo está cerrado porque las familias comen hoy reunidas para adornar el árbol de Navidad, como Mazinger XIII y Yanquilandia mandan, por que resulta ser 8 de diciembre, Día de la Vírgen (para no eclesiáticos como yo mismo, se celebra el aniversario de su Inmaculada Concepción, Concha para los amigos, bueno no, bueno también). En la avenida Belgrano presencio el robo de un célular con huida en moto. Cuando la chica se lo menciona a un policía una esquina más arriba, éste tampoco parece animarla con una denuncia que probablemente ella tampoco pensaba presentar. La chica vuelve resignadamente a casa con su (pretendidamente) despreocupada ropa de apagado colorido y su blanca palidez, que la identifican como argentina (cada país tiene su patrón estético cuando uno se fija).



Atravieso el barrio de Montserrat (se supone que alberga una copia de La Moreneta, aunque la mayoría de ancestros españoles de los bonarenses fueran navegantes cantábricos como los de Asturias) y regreso a la estación tomando el subte. Y digo tomando, que no “cogiendo” porque llevo tantos días evitando el equívoco sexual con el significado local del palabro que ahora hasta me sorprende en boca de mi padre! Jeje. Claro que “tomar” es aquí también “beber”, pero un vaso se “agarra”. Nunca llueve a gusto de todos.



Será por eso que hablo tan raro, mezclando todo lo que oigo... Causar confusión, sembrar el caos y el terror de una sola raza humana, los multiculti! Y sin embargo cuanto más globish soy, més català em sento.

Ché, mañana más. Chau!