21 de abril de 2008

Escapade. Last Day Out.





El último día despierta frente a costa aún galega, a un paso de la asturiana, repetimos la visita del crepúsculo anterior a la praia das Catedrais contrastando el efecto de las mareas sobre las imponentes rocas que le dan nombre, ahora mojadas, ahora desnudas.



Uno, que ya está curado de espanto y no resiste la invitación del mar cuando luce el sol, se da un intenso chapuzón solitario en el frío y agitado Cantábrico destensando cuerpo y mente al abrazo de la naturaleza salvaje.



Solo la ría de Ribadeo separa de la vecina Asturias y en ella nos internamos por su acantilada orilla



Curvas a derecha e izquierda, por carretera solitaria y escoltada por árboles de talle elegante y copa elevada, Luarca atravesada por su río se queda en parada práctica a la caza de kilómetros.



Más adelante, la bahía de la playa San Pedro comparte nombre con una perdida cala del Cabo de Gata y ejerce así su influjo. Nada en común, pese a su belleza, pero en la soledad que hoy ofrece otorga los últimos rayos de sol y meditación del viaje.



En cada ola navega un deseo que rompe en lo más alto
una inquietud deshecha en espuma al llegar a la orilla
las ensoñaciones se retiran de nuevo a la mar,
donde siempre pertenecieron,
y aquella voluntad que valiente o inconsciente alcanzó más allá
se une al mundo, absorbida por la tierra.



La tarde se apura en el reposo bable de Cudillero, cuyo mastodóntico muelle esconde un encantador pueblecito con aroma familiar pese a descubrirlo por vez primera.



Amarrado a la verde montaña
vigía del horizonte de azules
invita al andar pausado fuera de temporada
entre callejones encaramados y casas de colores
hogar de gaviotas chillonas
vieja joya pesquera



Sólo Gijón queda en mi ruta y Cimadevilla es contemplada con cariño y escanciada de sidra y lluvia. Pongo rumbo al aeropuerto, otro más, desde donde vuelo a Barcelona, donde como siempre nadie viene a mi encuentro (algún día habrá alguien esperando). Y, sin embargo, coincido por sorpresa con la amiga que precisamente me cedió hace años sus recuerdos de Xixón, los únicos que atesoraba hasta que me han llevado mis propios pasos.

Gracias Jim, Óscar y Erik por la hospitalidad y las risas.
Gracias Flo por la oportunidad y la aventura.

Escapade. Days 3 + 4



El desasosiego,
que pese a los manjares de Tui
persiste en la noche,
abandona al despertar
entre hospitalidad y viñedos



en esta mi tierra desconocida
bañada de inusitado sol
recibe cual peregrino
la ciudad de piedra de Santiago de Compostela



me ilumina
con sabiduría anciana
sustituyendo tormentas
por pensamientos



presagiando la primera paz
a orillas de rías galegas
irónicamente degustando
las praias de Coruña
mientras hasta el sur de la península diluvia.



Nada nuevo se escribe,
sólo se añaden matices
que distancian del pasado.



Visito por fin Arteixo,
nido de un conocido
que por fin se convirtió en amigo
y cuya voluntad pronto volará
allá donde su alma reside,
marisco y albariño riegan la noche
como ayer acompañaba el vinho verde.



La esperanza de otros tiempos
se dibuja entre el verde de los pastos
y el brillo de los humedales,
anunciando nuevos aires y horizontes.



Al día siguiente Ferrol nos confunde
en la ingrata memoria del que usurpó su nombre
pero el nirvana llega con San Andrés Teixido,
al que todo galego visita en vida
si no desea regresar tres veces con la Santa Compaña,
hoy tan calmo de turistas beatos
que ni pide la protección legendaria
de los acantilados de Cariño



No la necesita ante el extraordinario sosiego
que el Atlántico ha gustado regalar hoy
despide al sol amainadamente
entre las percebeiras rocas de Cabo Ortegal
que en vano tratan de separar del vasto océano
las aguas del Cantábrico.

Escapade. Days 1 + 2



La ciudad descascarillada y sus colores
resumen sin control
confundiendo significados
y presionando el pecho



Transitando como un fantasma
por el mapa de mi vida,
entremezclada una capa sobre otra,
los momentos aquí vividos
se condensan en una amalgama de sensaciones
con mayor saudade que nunca



Con tanta pena como alivio,
confirmo que el tiempo borra las huellas del pasado,
lo asuma o no el espíritu



Y desde la terraza de un café en Graça
junto a Castelo de Sao Jorge
contemplo como el sol se oculta tras el convento desnudo
y más allá del Bairro Alto



Hoy en Lisboa
me siento tan en casa como perdido,
y entonces digo adiós
sin saber muy bien a qué.



El segundo dia espera la carretera
y en el fondo me alegra abandonar
ciudad tan querida y ya familiar



para casi sin freno
atravesar el norte de Portugal



con reposo en la deliciosa reliquia
que es Porto, allá a orillas del Duero



y parada para perderse
hasta donde alcanza la vista
en las imponentes alturas
de la humilde Viana do Castelo



Sólo da tiempo a respirar
pero sin apenas pensarlo
me percato que en 400 kilómetros
he dado un paso más.