23 de mayo de 2008

La llamada de la isla



Si estás abierto a lo que sucede a tu alrededor, las oportunidades surgen y se multiplican... hasta llegar el momento de seleccionar qué camino se desea tomar realmente.



El giro de timón empieza a dar sus frutos y exige dedicación completa en varios frentes. El freelanceo ya es esto: combino el gozo de los lunes al sol (y martes y miércoles...) con sobredosis laborales como la que ocupa las venideras semanas de perros (trabajar bajo presión es uno de mis guilty pleasures).





La semana pasada decidí complicarme la existencia (más bien buscaba simplificarla) siguiendo la llamada de las islas. Con una meta laboral en la cabeza, complací a la agenda del móvil y de paso también al alma. Y el saldo profesional de la escapada ha quedado refugiado a sugerente equidistancia entre un prometedor cambio radical y unas tangibles manos vacías.





La escasez de tiempo fuera de guión no evitó que volviera a hechizarme la magia de Eivissa, híbrida de centelleante urbe veraniega y cosmopolita calma de villa y naturaleza. Rodeada de mar y cielo, mar y cielo...



Y si esta vez la he disfrutado, ha sido gracias a Mafalda. Pese al "corre disfruta disfruta", siempre "shanti shanti". Habrá un Benarés. I també una illa. Què preciosa és la vida oi? (cada día sueno mas hippie... mercadillera!)



En recuerdo de nuestro trekking prepaella con Amanda a Las Puertas del Cielo, ahí quedan aquellos versos de Machado populares en timbre de Serrat:

"Caminante son tus huellas el camino y nada más;
caminante no hay camino, se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino sino estelas en la mar..."

¿Porqué seguiré empeñado en escribir cuando tales verdades estaban impresas mucho antes de que yo las entendiera siquiera?