21 de enero de 2008

En paz con BAs



He extraído lo mejor de la Florida argentina y de este jardín que puede proporcionar el ensueño del que uno sea capaz. He vuelto a tomar el tren a Capital esta vez para despedirme de la ciudad. He paseado por San Telmo y en Plaza Dorrego he observado bailar a las parejas por última vez. He compartido la noche con la marginalidad de la sociedad, con un místico charlatán y rápsoda guaraní, con unos brasileros que venden artesanía en la superficie de un negocio de narcotráfico, de cuya red de distribución internacional incluso me ofrecen formar parte, sólo como supervisor. Por supuesto, no acepto la oferta, pero disfruto comprobando lo fácil que es dar un golpe de timón radical a tu vida.

En cuestiones de amor, últimamente siempre consuelo a los amigos solteros sugiriéndoles que disfruten plenamente de la libertad que sólo proporcionan esos momentos de la vida en los que se puede luchar por las metas personales sin preocuparse por nadie más que uno mismo. Y aunque las cuestiones del corazón exigen su tiempo, lo cierto es estoy lo suficientemente en paz para verme desde fuera y estar convencido de qué es lo que más me conviene para aconsejarme como amigo.

Ayer, mientras volvía a casa en un taxi de madrugada, Buenos Aires sufrió un corte total de luz, el mundo se apagó por un momento. No sé qué simbolismo aplicarle, pero sin duda lo tiene.

Marcho al océano.